Sistemas de producción caprino

A título general se puede afirmar que el ganado caprino en España tiene como objetivo prioritario, en la gran mayoría de los casos, el incrementar, a través de sus producciones (fundamentalmente, leche y carne). El producto bruto generado por superficies agrícolas marginales o casi marginales.
En este contexto no es de extrañar que, las cabras que se ordeñan, reciban mejores cuidados que las demás, se exploten en zonas relativamente llanas (pero semi áridas) y el resto, las cabras de aptitud preferente carne, tengan su hábitat habitual en las zonas montañosas. En este último caso, el contacto entre el gana­dero y su rebaño es puntual y se reduce a los aportes de comida en las épocas de máxima penuria y a la «recolección anual» de las crías.
Este último sistema, que se puede y debe, clasificar como «tradicional», seguía afectando en el año 1996 a un número importante del censo caprino de carne español; en cambio, a nivel de los rebaños de producción prefe­rente leche, la situación ha cambiado y. sobre todo está cambiando en estos últi­mos años.

Consideraciones previas

Antes de entrar en la descripción de los sistemas es conveniente repasar, aun­que sea de una forma muy esquemática cuáles son las cualidades más sobresalien­tes que posee el ganado caprino y en las que aventaja a sus competidores naturales: el ganado ovino y el ganado vacuno.

Entre estas cualidades merecen destacarse:

Su capacidad para efectuar desplazamientos ágiles y rápidos. Las cabras pueden afrontar zonas de fuertes pendientes y de difícil tránsito.

Poseen, siempre hablando en términos generales, una sobresaliente capa­cidad para sobrevivir y para poder soportar condiciones climáticas adver­sas (calor y sequedad).

Después de períodos alimenticios «difíciles» se recuperan mejor y más rápidamente que los ovinos y los vacunos.

Digieren mejor la fibra que las ovejas y pueden rentabilizar mejor vegeta­ciones pobres y matorrales espinosos (esto no ocurre cuando la vegetación pastable presenta un valor nutritivo medio-alto).

La oveja, a causa de su labio superior bífido (partido), apura hasta las raí­ces a las hierbas espontáneas; la cabra no puede. En caso de pastoreo abu­sivo, y en contra de la creencia popular, la oveja es más dañina que la cabra.

En lo que a enfermedades se refiere, el ganado caprino es más resistente que el ovino o el vacuno (evidentemente cuando se trata de ganado caprino de alta producción láctea, como puede ser el caso en cabras de las razas Malagueña, Murciana-Granadina y/o Canaria, las diferencias, lógicamente, son menores).

En curtiduría o tenería, da unos cueros excelentes; de más valor que los del lanar y del vacuno.

Por unidad de peso vivo, las cabras genéticamente buenas son más efi­caces productoras de leche que la oveja e, incluso, que la vaca. Esta realidad se pone de manifiesto si tenemos en cuenta los datos referen­ciales que a continuación pasamos a exponer, a título meramente indi­cativo:

Vaca Cabra
Producción (kg/kg. p.v.)  11,5    12,2
Proteína (kg/kg. p. v.)       0,37  0,40
Grasa (kg/kg. p.v.)            0,43   0,44

Se puede afirmar que, por unidad de peso vivo, completando lo dicho en el punto anterior, la cabra es el rumiante que más «proteína exporta».

A pesar de todas estas «ventajas técnicas iniciales» la realidad es que el censo español de ganado caprino se ha reducido en el curso de los últimos 60 años pasando de los 6,7 millones de cabezas que había en el año 1939 de los 3 millones actuales. Esta realidad se fundamenta en una serie de consideraciones negativas, tan históricas como erróneas, sobre el ganado caprino.
En efecto, históricamente se ha considerado a la cabra como un animal:
De difícil manejo (lo cual no es cierto; la cabra necesita un manejo profe­sional dado que es un animal muy sensible a las condiciones del medio, incluyendo en este medio, y de forma preferente, al cabrero).

Generador de una fuerte acción deforestadora (lo cual tampoco es cierto, si se la maneja y alimenta de la forma adecuada; lo que si es cierto es que este animal, gracias a su agilidad y «fuerza vital», incide mucho más que otras especies en una masa arbórea si no está bien manejada. El consumo de brotes de árboles depende, en gran manera, de los recursos herbáceos disponibles).

«Socialmente mal considerado» (lo cual, desgraciadamente, hasta tiempos muy recientes ha sido cierto ya que se ha considerado a la cabra como la «vaca del pobre» ).

Sin duda alguna, la «mala imagen» del ganado caprino ha sido la consecuencia directa de una inadecuación de los sistemas de producción tradicionales a las potencialidades reales de una especie que, en general y en nuestro país, ha estado teóricamente infrautilizada (con todo lo que ello supone a nivel económico y social).

De acuerdo con mi propia experiencia práctica: si los sistemas de produc­ción son adecuados al animal y al medio, la explotación del ganado caprino, espe­cialmente en su «vertiente leche», puede ser perfectamente rentable y sin conse­cuencias secundarias negativas para su entorno.

Los sistemas de producción

En el ganado caprino de aptitud preferente leche cabe distinguir, al menos ini­cialmente, y desde una perspectiva conceptual, tres tipos de sistemas de produc­ción:

El sistema tradicional o ancestral.

El sistema extensivo (que, como se comentará más adelante, es el «heredero directo» del método tradicional).

El sistema semi extensivo o en «proceso de intensificación».

No obstante, antes de entrar a definir las características fundamentales de cada uno de estos sistemas, debemos indicar, por constituir una peculiaridad manifiesta, en este tipo de explotaciones (aunque, en cierta medida, pero sólo en cierta medida, esta realidad también afecta a las explotaciones ovinas), que la continuidad de las explotaciones caprinas, además de su rentabilidad real, depende, de la edad de los cabreros y, sobre todo, de la edad y actitudes de su herederos.

Las edades medias de los actuales propietarios oscilan alrededor de los 50 años y, sólo en la zona de Almería, un 60 por 100 de los herederos desea continuar en la explotación familiar. En Cáceres, por el con­trario, sólo el 26 por 100 de los jóvenes está dispuesto a continuar con esta acti­vidad pecuaria.

Desde esta perspectiva no cabe duda de que, para un porcentaje elevado de los actuales ganaderos de caprino de leche (más del 60 por 100), es difícil encontrar suficientes motivaciones (sus descendientes no van a continuar con la actividad) para realizar el esfuerzo profesional y afrontar la inversión financiera, necesarios para modernizar sus explotaciones. Ello constituye un importante handicap para el subsector caprino español.

El sistema tradicional (ST)

Este sistema, que también se podría definir como el «ancestral», se caracterizaban, fundamentalmente, por las siguientes premisas:

Rebaños pequeños e, incluso, muy pequeños.

Mano de obra exclusivamente familiar.

Ordeño a mano (1 ó 2 veces al día).

Venta diaria de la leche cruda a particulares.

Pastoreo diario, sin recibir complemento alimenticio alguno.

Habitualmente, los machos permanecían siempre en el rebaño con las hembras. Con el fin de evitar cubriciones en épocas no deseadas (función, normalmente, de la realidad y de las previsiones del precio de la leche) se utilizaba, en ocasiones, el mandil (con todos los inconvenientes que ello suponía para los machos).

Las consecuencias directas de la aplicación de esta técnica eran dos:

· Un número de partos por cabra reproductora y año muy variable, según zonas y explotaciones.

· Un descontrol cuasi absoluto de las cubriciones.

Excepto en el caso de la reposición, los cabritos no salían a pastar con el rebaño de reproductores. Se quedaba en el aprisco, mamaban por la noches y luego se vendían al carnicero con 1-2 meses de edad.

Los alojamientos y las instalaciones, cuando existían, eran muy antiguos, inadecuados y, en consecuencia, muy poco operativos.

A nivel sanitario, las actuaciones en este sistema eran prácticamente ine­xistentes la cual daba lugar, entre otras cosas, a:

· Mortalidades elevadas.
· Bajas productividades.

Desde una perspectiva práctica se puede considerar, como ya se ha indicado, que este sistema, excepto en casos muy particulares, ha dado paso al sistema extensivo.

El sistema extensivo (SE)

Cuando España, en el año 1986, se incorporó a la Comunidad, a la actual Unión Europea, el Sistema Tradicional fue sustituido, en su casi totalidad, por el sistema extensivo. Las diferencias fundamentales entre estos sistemas son dos:

La leche, al no poderse vender directamente a particulares, se recoge en la granja y se destina (excepto la correspondiente al autoconsumo) a la pro­ducción de queso (pudiéndose tratar de producción artesanal o industrial).

A nivel sanitario el rebaño es controlado a través de las campañas sanita­rias establecidas y que son de obligado cumplimiento.

No obstante, el sistema extensivo, al igual como ocurría con el tradicional, sigue adoleciendo de una manifiesta falta de tecnificación y, en consecuencia, sus índices productivos son bajos. A pesar de ello, muchas de estos ganaderos, a causa de:

La percepción de la prima comunitaria.

La no aplicación de un modelo contable real, creen que ganan dinero cuando, en realidad no siempre es así. En bastantes casos, y lo afirmamos en base a nuestra propia experiencia profesional, lo único que con­sigue el cabrero, precisamente gracias a la prima, es cubrir sus gastos variables y una pequeña parte de los fijos (parte que el ganadero considera como beneficios sin darse cuenta de que lo único que consigue es irse descapitalizando).

El sistema semi-intensivo (SSI o SVI)

Este sistema al que Falagán ( 1994) también denominó «sistemas en vías de intensificación» se puede caracterizar, al menos inicialmente, por:

La aplicación de nuevas tecnologías como pueden ser:
El ordeño mecánico.
La inseminación artificial.

La utilización de medios de producción tecnológicamente avanzados:
Tanque frigorífico.
Alojamientos adecuados.
Instalaciones funcionales.

Concentrar las cubriciones en primavera y tener como objetivo 1 parto/reproductora y año.

Formar parte de una Asociación para la mejora genética.

Aplicar programas de control y mejora sanitaria, etc.

Como es lógico, en función del grado de tecnificación que cada explotación asuma, ésta se encontrará más cerca del sistema extensivo o más cerca de un modelo intensivo.

El sistema intensivo

La intensificación máxima comporta la estabulación permanente con manejo individual o por lotes, de las cabras. La rentabilidad de este modelo (que es una rea­lidad en explotaciones alemanas y suizas, y que nosotros también hemos aplicado en Canarias vinculándola a una explotación de alfalfa en regadío y trabajando con fór­mulas abiertas de pienso), es enormemente dependiente de:

El tamaño de la explotación (se requieren explotaciones grandes para poder aplicar la economía de escala).

La bondad de los indicios técnicos.

El coste de los principales factores de input (especialmente los ligados a la alimentación ya la sanidad).

El precio de la leche (y, en menor medida, del cabrito).

La cuantía de la prima.

De acuerdo con nuestros cálculos, actualmente, para que una explotación caprina de leche intensiva pueda ser realmente rentable debe disponer, inicial­mente, de más de 300 cabezas con una producción media, por cabeza presente superior a los 400 litros (en este sentido no se puede olvidar que en la mayoría de nuestros rebaños las producciones no superan los 300 litros/cabra y año; la media nacional está alrededor de los 250-260 litros/cabeza y año.
A pesar de estas limitaciones estamos convencidos de que cuando el «tejido industrial» que debe acompañar a esta producción se consolide y la comercializa­ción se ordene (a imagen y semejanza de lo que sucede en Francia), las explotacio­nes de corte intensivo, en zonas muy concretas, sustituyendo, por ejemplo, a las de vacuno de leche, podrán tener un futuro realmente positivo dado que:

La cabra es, por unidad de peso vivo, manifiestamente más eficiente y efi­caz, que la vaca en lo que a la producción de leche se refiere.

Las explotaciones intensivas pueden incorporar la tecnología necesaria para garantizar, al menos a priori, la calidad de sus producciones.

Es en las explotaciones intensivas donde mejor se puede llevar a cabo una correcta gestión de costes. Ello puede suponer permitir, en una situación adecuada de los factores de input, optimizar la relación coste/calidad en las producciones.

No obstante, hay que insistir en ello, el sistema intensivo sólo puede ser válido en circunstancias muy determinadas.

Evidentemente la posible validez del sistema intensivo no invalida el hecho de que, actualmente, en muchas zonas donde el ganado caprino está o estaría adecua­damente ubicado se le esté considerando, con una gran lógica, como un factor de primer orden en la lucha contra la erosión y la conservación de la vegetación natu­ral por medio del pastoreo. No hay que olvidar que con esta acción se reduce, o se puede reducir de forma muy, significativa el material inflamable con lo cual se dis­minuye el riesgo de incendios.

Las posibilidades prácticas que ofrece, al menos a priori, el ganado caprino son muy amplias y van desde un modelo razonablemente exten­sivo a un sistema realmente intensivo.