Siempre que se come el queso se busca un compañero como el vino, cerveza, pan frutos secos, etc , pero esto, nos da preocupaciones de cómo hacerlo a la hora de emparejarlo o más técnicamente MARIDARLO (maridar significa casar…)
Quiero desmitificar y liberar a nuestros numerosos aficionados al queso de semejante responsabilidad con unas pautas sencillas que nos llevarán seguro a disfrutar de una «pareja feliz»
El maridaje puede orientarse bajo 2 esquemas muy sencillos:
CONTRASTE : sabores muy sabrosos con sabores y texturas muy suaves
AFINIDAD: tipos de queso y bebidas de la misma zona , o de zonas alejadas pero de características climáticas similares
En el contraste se abren los sentidos a gamas muy amplias de sensaciones incluso completamente nuevas que pueden iniciar a determinados paladares a quesos que en principio no son de su agrado. Por ejemplo para los niños mezclar las chuches dulces con quesos más fuertes o comer como hacían los romanos las peras maduras con el queso fuerte de postre. El ejemplo más conocido en España es acompañar el queso con el membrillo.
En el caso de las afinidades se enmarcan y resaltan las características más notables que seguro comparten tanto el queso como sus acompañantes del lugar , o también como ya adelantamos de un lugar con características parecidas pero geográficamente lejano. Con esto quiero decir que al queso Manchego de oveja puro por ejemplo a todos nos gustaría tomarlo con un buen vino tinto de Valdepeñas . Esta medida de afinidades se resalta ya que el vino y la cerveza de la zona , y hasta el pan , que son todos productos de fermentación compartirán muchos microorganismos comunes como son las levaduras que proporcionan olores y sabores muy parecidos. Lo mismo sucedería con los frutos secos, aceites y especias de la comarca.
El maridaje es muy creativo y deja espacio a la imaginación y con estas dos guías el éxito está asegurado .
Mi propuesta: Queso fresco prensado con higos de temporada presentado sobre hojas de higuera